viernes, 16 de diciembre de 2011

La maldición de una maltratada

Sentada en el suelo, con la cabeza metida entre las manos, tenía la mirada perdida y unos ojos llenos de lágrimas. Apoyada en una cama, estaba pendiente de una llamada telefónica para ratificar una denuncia por malos tratos, ahora psicológicos.
Sus ojos, rojos de terror, mostraban el miedo que le volvía a acechar.
Apenas hablaba. Solo lloraba.
Víctima de malos tratos, sigue sufriendo la fijación de su agresor que no es capaz de ver que esa violencia debe acabar.
Si mirara los ojos de su ex pareja, se daría cuenta del terror que le ha introducido. Ese miedo que durante años ha sufrido cada día y cada noche que entraba en su casa, ahora le vuelve cada vez que va al abogado para intentar acabar con esas malditas pretensiones del agresor de recuperar el cariño que una vez le dio y que él mismo le arrebató a base de golpes y de insultos.
Sus ojos vivos denotan tristeza. Miedo. Terror.
Y seguirá ocurriendo mientras él continúe llamándola, acosándola.
Esos ojos no pueden ver la alegría que hay a su alrededor. Sólo miran la vida con el terror que le han inoculado, que le han inyectado con cada golpe que le asestaban.
Apenas pasa de los 30 años y esa juventud ya ha comprobado la maldición de una maltratada.

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