viernes, 2 de diciembre de 2011

Políticos y periodistas

¿Es malo contar historias? ¿No es ético revelar historias sorprendentes -no irregularidades- o anomalías de nuestros políticos? ¿Qué es, si no es todo eso, el periodismo? En el supuesto que un periodista publique una información incorrecta, ¿para qué están los tribunales?
Un periodista publica hace unos meses una información en la que revela datos a los que ha tenido acceso sobre las declaraciones de Hacienda de un destacado dirigente de un partido de Salamanca. También se pone de manifiesto determinadas sospechas sobre su patrimonio.
La respuesta a aquella noticia fue negar la mayor, salir ante los medios de comunicación lavando su imagen, negando "los hechos". Nada más.
Meses después de aquella información, el político, acompañado de otro dirigente público, se encuentra con el periodista. Apenas le dirige la mirada. Este último intenta saludarlo. Se sorprende de que le esquiva hasta el saludo.
Estos son los hechos objetivos.
La realidad es que el periodista, cuando publica una información, no busca amigos, sino revelar verdades.
Los políticos de nuestros días se empiezan a acostumbrar a que el periodista sea su amigo. Han encontrado en los 'juntaletras' a sus perfectos aliados. Publicarán lo que les pidan o les encarguen. Ese será el periodista perfecto para algunos políticos, el que huye de la verdad, el que dé la espalda a la información, el que se esconde en la autocensura para dejar de contar historias, el que acogiéndose a un control empresarial deje de controlar al político.
Ahora, este mundo, el periodístico, va al revés. Es el político el que controla al periodista. Y no al revés.
¿No enseñan en las facultades de Ciencias de la Información que el mayor controlador de la vida política debe ser el periodista?
¿Nadie recuerda aquella mítica frase de un histórico de la radio española que decía que el periodista era el notario de la actualidad?
¿Por qué es tan difícil ser periodista?
¿Por qué hay que huir de contar historias?
SOY PERIODISTA. Y no voy a bajar la cabeza ante nada ni ante nadie por haber ejercido esta profesión con la mayor dignidad posible. Otra cosa es el resultado, es decir, optar por una vida diferente. Nada ni nadie va a quitarme el orgullo de haber contado multitud de historias. Nada ni nadie va a impedirme rememorar mi vida profesional. No la oculto. Ni lo haré. SOY PERIODISTA

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