miércoles, 30 de mayo de 2012

Silencios

Un silencio. La ausencia de una llamada telefónica. Nadie quiso interrogar. Nadie quiso saber. Algo había ocurrido. Pero merecía la pena seguir en silencio.
El miedo. Temor a la represalia. Algo podía ocurrir si la pregunta era incómoda. No era conveniente que se supieran amistades. Por tanto, nadie ni la hizo ni la planteó de forma abierta. Eso sí, se hablaba sin que nadie lo supiera.
El miedo pudo llevar al silencio. La causa, ya da igual. Pero una cosa y otra han marcado un momento. Una cosa y otra han vaciado de sentido un periodo de tiempo.
Algún abrazo. Alguna mirada cómplice. Más de un apoyo. Más de un momento tapado. Y, por encima de todo, llega el silencio. Ni el abrazo, ni la mirada, ni el apoyo han llevado a una pregunta, a una llamada.
¿Merecen la pena las relaciones personales?
¿Qué clase de personas pueden mantener el silencio por el temor a un grito, a una actitud despótica?
¿Merece la pena reactivar relaciones personales?
La realidad es el silencio. El resto ya da igual.
Y si alguien pregunta, se desvía la respuesta.

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