Salamanca, 7 dic (EFE).- Sus caras son
inaccesibles e invisibles para el humano pero sus manos se convierten, a
lo largo del año y de forma especial durante las fechas navideñas, en
amasadoras de dulces, pastas que hacen mirar hacia arriba para dar
gracias por este don divino.
Son las monjas de clausura de
siete conventos de clausura de Salamanca y otros cuatro de Extremadura y
Zamora las que han llevado a un municipio de Salamanca, Morille (a veinte kilómetros de la capital), sus preciados dones para dar contenido a la II Feria de los Dulces de las Monjas.
Como cantaba Carlos Cano, en su "Alacena de las monjas", en estos
días "andan las monjas, dale que dale por la cocina, con las sartenes y
las perolas en los fogones" de once conventos de clausura, realizando
sus trabajos más preciados para aportarlos a un pequeño pueblo
salmantino.
Desde hoy, sábado, y hasta mañana, domingo, medio
centenar de vecinas del pueblo, ataviadas con trajes negros y mandiles
blancos, convierte a Morille en una extensión de los once cenobios de clausura y venden, de forma voluntaria, los dulces de las monjas.
De las Jerónimas de Garrovillas (Extremadura) se pueden comprar las
sultanas o el turrón de la abuela; de las Dueñas de Zamora, los
alfajores; de las Benedictinas de Alba de Tornes (Salamanca), las
almendras garrapiñadas; y del Convento de la Pasión de San Felices de
los Gallegos (Salamanca), los 'bocaditos' de Santa Rita.
Las
Madres Clarisas de Cantalapiedra (Salamanca) han llevado sus las
'glorias'; Porta Coeli de El Zarzoso (Salamanca), las obleas; las
Clarisas de Ciudad Rodrigo (Salamanca), los 'bollitos de San Francisco';
las Carmelitas Descalzas de Peñaranda (Salamanca), las 'varas de San
José'; y las Dominicas de Salamanca, los amarguillos; además de las
pastas de las Clarisas de Zafra y Montijo (Badajoz).
La madre
abadesa del convento de las Franciscanas de la Tercera Orden, en El
Cabaco (Salamanca), ha explicado a Efe que en verano o en Navidad
aumenta la producción de sus obleas, mantecadas o perrunillas.
Además de mostrar su lamento por la falta de vocaciones (ahora hay diez
monjas), la abadesa, que prefiere no dar a conocer su nombre, ha
añadido que en los últimos tiempos ya se han incorporado medios técnicos
"como los hornos, batidoras eléctricas o laminadoras" para facilitar el
trabajo de pasteleras.
Aunque no puede fijar el origen de las
recetas, recuerda que se mantienen "desde hace siglos, pues se han ido
pasando de unas hermanas a otras", el tiempo que lleva esta orden en el
convento de Nuestra Señora de Porta Coeli, del siglo XV.
Otro
de los conventos de clausura que han aportado sus exquisitices a la II
Feria de los dulces de las monjas es el de las Madres Benedictinas de
Alba de Tormes, cuya superiora, que también desea ocultar su nombre, ha
reconocido a Efe que su especialidad son las almendras garrapiñadas.
Ella sí es capaz de fechar el origen de la receta para hacer este
dulce, en 1835, y desde entonces "se siguen haciendo de forma
tradicional", ha añadido con un acento asturiano del que dice sentirse
orgullosa.
Después de quejarse también por la falta de
vocaciones, pues en este monasterio conviven trece religiosas, la
superiora ha relatado su receta: "nuestro secreto está en la cocción de
las almendras y en su elección, de forma muy artesanal".
Así,
ha indicado que las almendras -"tienen que ser enteras"- son cocidas con
azúcar y poco agua -"para que no se peguen"- en tres ocasiones,
"siempre muy despacio", para posteriormente dejarlas enfriar y
ofrecerlas como su dulce más típico.
Y las almendras que no están enteras "se aprovechan para hacer amarguillos", otro de sus dulces típicos
"La gente nos pide muchos productos. Aunque se no fían mucho de las
monjas, si lo hacen de sus dulces", ha concluid con una sonora
carcajada.
La producción sigue saliendo de estos conventos,
que son su medio de vida, mientras en una hora la Feria de los Dulces de
las Monjas ya ha vendido productos por valor de mil euros.
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