miércoles, 11 de julio de 2012

Adiós, Paco

Su mirada era triste. Pero sus ojos, de color azul, derrochaban alegría si le hablabas de algo que le gustara. Incluso se le volvían picarones cuando le sugerías su suerte por tener a tantas mujeres a su alrededor.
No hablaba. Pero se hacía entender a la perfección. O con gestos o con anotaciones en papeles de una libreta que siempre llevaba junto a su brazo. Se le entendió perfectamente cuando escribión "me queda poco para abandonar este mundo".
Su premonición no se cumplió de inmediato. Tardó un tiempo. Pero se ha hecho realidad.
De Paco no se podía decir que era muy mayor, que sus males se debían a la edad. Pero un buen día algo le trastocó todos sus planes de vida de jubilación.
Lo que le diera le dejó postrado en una silla de ruedas, sin poder hablar y sin poder moverse. Solo se dirigía a su alrededor a través de su mirada.
Los ojos azules le delataban. Cuando estaba alegre, brillaban como auténticas estrellas. Cuando estaba triste, no se le veían porque las lágrimas le inundaban sus ojos y los cerraba con rabia.
El viernes por la tarde, un mensaje dejó paralizado a quien le pudiera conocer. Se había cumplido su pronóstico. Y había abandonado "este mundo". No sé si le pudieron las ganas de que así fuera o si, por el contrario, fue un nuevo contratiempo en su débil salud.
Pero Paco se ha ido. Lo ha hecho en silencio. Los últimos momentos de su vida no los ha sufrido. Bastante sufrió los últimos años de su vida.

En primera persona.
La última vez que lo vi fue a mediados de abril, el día 11. Le abracé. No sabía los motivos por los que me aferré a su cuello. Unas lágrimas salieron de mis ojos. Tampoco se dio cuenta. No entendía nada. Pero era mi despedida. Sabía que este momento iba a llegar.
Nunca le dije demasiado. Pero él entendió siempre que para mí fue algo más que Paco, el de la habitación de la primera planta, en ventana.
Hasta siempre, Paco.

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