viernes, 21 de septiembre de 2012

ELLA (maldita)

Me acerqué a ELLA, por primera vez en mi vida, hace casi dos años, cuando mi camino profesional se abrió a otro sector, el de la atención a las personas. Nunca tuve un acceso tan cercano a ELLA, como el que tuve a partir de diciembre de 2010.
Mi mirada hacia ELLA fue de desconcierto. No entendía muy bien su mirada perdida. No lograba encontrar los motivos por los que un día me conocía y al día siguiente me confundía. Intenté acercarme a ELLA con el cariño que en casa me enseñaron a los mayores. Pero no era suficiente.
No entendía nada. Solo oía hablar a los especialistas de un problema psicogeriátrico. Esa palabra la tuve en mi cabeza durante los dos años que estuve en ese camino profesional. Al final, descubrir que el ALZHEIMER tenía multitud de adjetivos. Pero que la realidad es que era un problema psicogeriátrico.
Sus miradas perdidas. Sus carantoñas a destiempo. Sus momentos de desconcierto. Su desconocimiento de la realidad. Sus violencias desmedidas. Sus intentos de fugas. Sus indolencias. Sus apatías. Sus simpatías.
ELLA tenía todas esas características de la personalidad. Unas veces se decantaba por unas. Otras, por el resto. Pero siempre lo hacía de forma no premeditada.
ELLA era la enfermedad maldita. El cáncer mata poco a poco. El alzheimer va comiendo poco a poco el ser de las personas. Pero siguen vivas, aunque hayan muerto como se las conoció años atrás.
Los recuerdos son constantes.
Los personalizo.
Imagino a un hombre de casi dos metros de altura que ya no era el que fue. Le recuerdo paseando por un patio, con las zapatillas de paño de toda la vida, buscando el tractor que "los chicos" no sabían donde lo habían dejado. No conocía a nadie de su entorno más cercano. Los confundía. Incluso agarraba la mano a la mujer con la que nunca había vivido. ELLA le había poseído. Ya no era él.
Mi mente rememora a aquel hombre que me recordaba a muchos hombres de mi pueblo. Afable. Dicharachero. Decían que podría escaparse. Pero la realidad es que buscaba un rayo de luz, un lugar de esparcimiento. Lo encontró en un huerto. Lo cuidaba. Solo se sabía que estaba con ELLA cuando, de vez e cuando, apenas se le entendía lo que decía. Cuando sus acciones no correspondían con sus pensamientos. ELLA estaba con él y él era consciente de que algo le pasaba.
Los dos hombres se habían conocido en su juventud. Ahora no se recordaban. ELLA les había hecho olvidar.
Recuerdo a una mujer con el pelo blanco de los años de vida que tenía. Rígida sobre una silla, apenas articulaba una palabra. No era capaz ni de tenerse de pie. De vez en cuando, te agarraba de la mano y sonreía. Trataba de decir alguna palabra. Pero, mientras mascullaba alguna expresión, te apretaba con más fuerza como el que busca auxilio, como el que trata de salir del lugar que no ha querido entrar. ELLA ya la había cogido como suya. Ya no era ella.
ELLA ha sido la enfermedad que me ha perseguido durante dos años. Pero de la que he aprendido a relativizar. ELLA es maldita. No da opciones de vida. Pero su muerte es agónica. Lenta. Triste para sus entornos. Porque ELLA se ha apoderado de las personas. Ya no son ellas.

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